Con qué facilidad se rectifica un
mensaje escrito que no te convence, ¿verdad? A menos, claro, que
accidentalmente pulses una tecla que puede significar uno de los
errores más absurdos que hayas cometido nunca: <<enviar>>.
Pues bien, hace dos siglos, aquellos que querían escribir cartas de
una manera “más moderna" no lo tenían tan fácil si se
equivocaban o preferían expresarse de otra forma. Una vez escrita
una letra errónea, resultaba fatídico. Sí, nos referimos a la
máquina de escribir, o maquinilla, inventada en 1867 por Christopher
Sholes de Milwaukee.
El mecanógrafo, es decir, la persona que
escribe a través de este instrumento, tenía varias opciones para
corregir sus escritos, a cual más engorrosa, claro. Primero,
surgieron una gomas de borrar especiales que permitían librarse de
letras individuales. Para ello, se precisaba un escudo de borrado, lo
que evitaba dejar marcas en el papel, el cual debía ser
preferentemente de un material que impidiese a la tinta
traspasarlo(¡lo que actualmente podemos interpretar a groso modo
como las libretas Oxford!), llamado mezcla borrable. Luego, surgió
el Tipp-ex, nuestro fiel amigo, sobre todo, en exámenes, pero dejaba
ver al trasluz la letra ocultada.
Este invento abrió las puertas al
mundo laboral a gran cantidad de personas, sobre todo, mujeres, que
trabajaban como mecanógrafas. Por supuesto, hay que destacar que las
máquinas de escribir eran utilizadas por escritores profesionales,
en oficinas y en la correspondencia comercial, siendo las
precursoras, por increíble que parezca, de los ordenadores que
actualmente conocemos. Además, muchas tenían peculiaridad de poder
ser usadas por personas ciegas.
Así que, cuando escribas por
ordenador, piensa que hace relativamente poco tiempo se recurría a
esos ruidosos y, a nuestro parecer, anticuados artilugios.
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